lunes, 14 de mayo de 2012


Fotografía

Sylvia Plachy




“Me gusta hacer fotos y escribir, me gusta crear libros a partir de las fotos. Es probablemente la cosa que más me gusta”




















“Me gusta sacar mis fotos de la calle, de la realidad, de lo que veo, yendo más allá de lo que está allí, añadiéndole una mirada personal”


Sylvia Plachy es una de las fotógrafas estadounidenses contemporáneas más destacadas, su primera exposición en España está compuesta por más de 100 imágenes, donde se incluyen obras nunca publicadas.
La retrospectiva arranca con imágenes del libro Unguided tour, que recoge las mejores fotografías de Plachy que encabezaron entre 1982 y 1993 el índice del semanario neoyorquino The Village Voice.
Especialmente atentas al movimiento, sus imágenes captan escenas a medio suceder que crean una tensión misteriosa con la realidad. De reojo, intenta reflejar esta manera de abordar la fotografía: más que contar historias permite imaginarlas.

La fotografa representa en sus fotos la realidad cotidiana, la cual muchas veces se deja pasar de largo. En su exposición Red light (Luz roja) hace referencia a la industria del sexo, en Self portrait with cows going home (Autorretrato con vacas yendo a casa) donde representa su tierra natal.

En su segunda vista a España, realizó su exposición Fraile Beings (Criaturas frágiles) en la Galería Blanca Berlín. El motivo de este nombre según la autora fue que:



 “Se me ocurrió el título Criaturas frágiles porque pienso en los animales, así como en los niños, como en seres inocentes, que de alguna manera están en nuestro poder. Por eso, tenemos que recordar que son criaturas frágiles y que, aunque no completamente, son iguales que nosotros. Tienen sentimientos y miedos, son capaces de sentir cariño, tienen su propia vida. Creo que deberíamos ser buenos con ellos”




Going On About Town (Deambulando por la ciudad), la serie que publicó durante trece semanas de 2005 en The New York Times, reafirma lo que muchos ya sabían: que Plachy es probablemente la fotógrafa que mejor conoce los múltiples aspectos de Nueva York, una ciudad a la que llegó procedente de su Budapest natal –al igual que otros muchos maestros húngaros de la fotografía– con quince años. A propósito de ella, André Kertész afirmó: Nunca he visto el momento sentido y atrapado con mayor intimidad y humanidad. Fotográficamente, es lo máximo.


Fotografías

Heroe’s Square, Budapest
[Plaza de los Héroes, Budapest]
Esta es una fotografía que hice en la Plaza de los Héroes, que es uno de esos grandes bulevares en los que los comunistas celebraban desfiles de tanques y soldados marchando ante los dirigentes del país, para conmemorar las ocasiones señaladas. En esta calle estaba la estatua de Stalin, que recordaba a los húngaros el poder que tenía sobre ellos, y también la de Lenin. En la fotografía aparece un hombre que está esperando el autobús. Cuando la hice todo aquello ya había pasado, el país ya no vivía bajo un régimen comunista y las estatuas de Lenin y Stalin habían desaparecido. Pero éste era un hombre mayor, y bien podía haber sido un héroe en alguna de aquellas guerras y revoluciones que los comunistas conmemoraban en sus desfiles militares. Viejo y apoyado en un bastón…, al verlo, me pareció que merecía estar en aquel lugar, en la Plaza de los Héroes.






Guggenheim Museum, New York
[Museo Guggenheim, Nueva York]
Me encanta el edificio del museo Guggenheim. Es como estar dentro de una concha. Aunque algunos cuentan cosas negativas sobre él: dicen, por ejemplo, que los vigilantes se cansan muchísimo, y que tienen que descansar cada poco porque el piso es irregular y cuando están de pie en sus puestos quedan en una posición ligeramente inclinada, lo cual les daña la espalda… Parece que no es un oficio agradable el de ser vigilante del Guggenheim. Pero si sólo se va un rato, ya sólo el edificio justifica la visita aunque la exposición no esté demasiado lograda… Bueno, en mi opinión tiene una excelente selección de esculturas. Hice esta fotografía un día que subí al último piso, me asomé a la barandilla y me di cuenta de que junto a mí había una mujer mirando hacia abajo. Primero me fijé en su cara: estaba muy seria, con una expresión tan grave que me hizo pensar que podía llegar a suicidarse. Parecía muy triste, introvertida. Entonces me acerqué a ella un poco y la fotografié con la cámara panorámica. Estaba agarrada a la barandilla y, por el hueco de la escalera, se veía un grupo de gente arremolinada. Parecía como si formaran una piscina para que saltara la mujer.







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